viernes, 17 de marzo de 2017

Le pide el pez que sea sirena

Este martes ella dejó para siempre el amor de su vida. Él no lo sabe. Él siempre fue un pez pero se creyó que era marinero y se dedicó a navegar por encima del agua. Pero ahí no estaba a gusto, tal y como una vez le dijo, él estaba a gusto dentro del agua no sobre ella, pero estar dentro del agua le da miedo. Con ella encontró la espiritualidad, la de verdad, la conexión, el misterio del jardín del alma, se sentía escuchado y comprendido, y afortunado pero ella, no era sirena.  La rechazó por tercera vez; la primera por otra sirena, la segunda porque no era una sirena guapa y la tercera sin darse cuenta.
Como siempre fue pez, pero se pensó que era marinero, le pide a las pescadillas del otro sexo que sean sirenas y si no son sirenas no las quiere y luego se siente solo. Como se siente solo busca compañía, busca sirenas esculturales, voluptuosas, a veces jóvenes, a veces prostitutas, pero siempre son un reto y una promesa de transgresión. Cuando las localiza tiene prisa, no les busca demasiado el fondo, porque el fondo está debajo del agua y eso le da miedo. Como tiene prisa da todos los pasos, le presenta a su padre, les pone un piso, las mima hasta que ellas pierden el sentido y luego se sienta a disfrutar para el resto de su vida. Pero de repente, cuando está ahí sentado preparado para el disfrute eterno, ellas le miran, tan profundamente, que le hacen saber a él cuánto vale. Y cuando ve cuando vale, piensa que él vale más y busca una nueva sirena, que su mirada le diga que vale aún más.  Y así sigue, inicia, culmina y abandona, porque ir de puerto a puerto, pues no le cuesta porque sabe navegar. Ha conocido a muchas sirenas.  Pero como son sirenas… pues no pueden caminar a su lado en el sendero de la vida, a esas sirenas le faltan las piernas.
Si hubiera sabido desde un principio que era pez, nunca hubiera dudado de su valor, no hubiera buscado valorarse en la mirada de una sirena, y no hubiera subido a la superficie, se hubiera sentido vulgar, porque peces, hay muchos, y se habría espabilado para ser lo suficientemente atractivo para destacar entre los otros peces con el arma de la empatía. Hubiera conocido a la vez que sirenas, a las que no lo eran, y hubiera valorado desde debajo del agua, la espiritualidad de todas ellas, y hubiera buscado un rincón de calma, donde se sintiera feliz, y con sosiego, y en paz. Así conocería a las pescadillas hasta que con una sintiera miedo, y cuando sintiera miedo;  miedo al compromiso, miedo a perder, miedo a ceder, se quedaría con ella para siempre, porqué como él le dijo, es ahí, en el agua sintiendo un poco de miedo, donde está bien. Un día, por azar, al percatarse que su compañera de vida no era sirena sonreiría porque por fin había encontrado lo que de verdad importa. El amor verdadero amigos está debajo de la piel. El pez cuando se reconozca pez, sabrá lo que vale por el mismo y no sabrá lo que vale a través de la mirada de las sirenas que no tienen piernas para caminar. No hay sexo más excitante que el que se vive desde la espiritualidad y la espiritualidad puede que sea gorda, tenga ojeras y no sea la envidia de los otros ojos obscenos. Y quién no lo sabe, se lo ha perdido para siempre. Ella se ha ido diciéndole:  Suerte con las Sirenas que vendrán ojalá encuentres la tuya, y que no sea buscada, porque si las buscas, tu tienes el control y no sentirás miedo y si no sientes un poco de miedo no estarás bien. Ella, el miércoles dejó de llorar y su vida sigue con más plenitud que nunca.