Con un bote de gominolas te regalan un politono, me he quedado extrañada y he pensado que si uno no acierta a comprender qué aporta a su vida un politono quizá es que porque ya no toca ir comprando botes de gominolas. Este nimiedad me ha hecho pensar que las cosas estaban cambiando mucho. Pero ayer caí, por simpatías que te da la vida, en la eterna magia de los conciertos de rock y comprobé que hay cosas que permanecen igual. Reviví todo ese baño de haces de luz y humos fabricados con olor a tienda de ropa y discoteca, aquellas discos de las que apenas te queda un leve recuerdo. Reviví esas explanadas sin asientos, que te acaban haciendo llevar tu noble trasero al suelo - aunque esto no es tan eterno, pues a los treinta y muchos te das cuenta, quieras que no, pues que; tomar el suelo por asiento "ya no es lo mismo", básicamente porque cuando tenías veinte años las lumbares no existían, ni en tu cuerpo, ni en tu diccionario de palabras al uso.
Sentí el embrujo de un Peter Pan ya adolescente. Sentí de nuevo aquella magia de las cosas eternas... y el consuelo de que hay cosas que son como siempre. Cómo el irrefrenable impulso de las mujeres que han sido rebeldes a ponerse mallas negras. Aunque -cómo dice mi amiga -ésta es una conducta que se abandona de repente, un día cualquiera, cuando pasados los treinta te ves reflejada en un escaparate con una mallas negras a las doce del mediodía!!- la hora es un agravante-.
Comprobé que no han muerto aún esos tickets con el letrero “refresco” ó “cubata” utilizados para ahorrarle trabajo al camarero/a y puede que hurtos involuntarios propios de manejar dinero en un entorno eufórico. Esos amables camareros/eras que trabajan ágil para que no sufras la sed del noble deporte de animar a tu grupo. Sigue existiendo ese fan que siempre baila ska aunque suene un blues. Eterna es la estética de los técnicos de sonidos; estos no han sufrido cambio alguno respecto a aquellos que conocí hace veinte años. Los equipos Marshall, las stratocaster, los pedales y el bajista que se queja de que no se escucha a si mismo...
Eterna es también la ilusión que te hace que tu amigo sea el que toca la guitarra y por añadidura te salude desde el escenario. Hay cosas que nunca morirán, nunca morirá la pasión de los guitarristas que saltan contagiando la alegría y haciendo que el público alce la mano simbólicamente para dar las gracias por poder saltar en esta vida, aunque solo sea los sábados por la noche - aunque hace falta precisar que el susodicho que salta puede que no tenga "aún" ni idea, de este simbolismo-y puede que, tal y como está el mundo laboral, pueda saltar todos los días y no sólo el sábado, pues no tiene donde ir a trabajar ningún día siguiente. Si el que salta se da cuenta de la suerte que tiene de poder abandonarse al impulso del rock le esperan cuando amanezca unas agujetas de infierno, seguramente porque ya no es tan joven y conoce lo importante que es olvidarse de todo y abandonarse a la música en directo, un proceso todavía artesano que requiere de la dedicación y el ensayo de almas entregadas a los acordes y que se fabrica al instante para tus oídos. Un lujo para una era donde hasta la lechuga viene empaquetada.
Siempre existirá esa guitarra invisible que el bailongo del centro de la explanada toca sin parar marcando los acordes que le hubieran malsonado bastante si la guitarra fuera de verdad. Siempre existirán los que nunca abandonan la primera fila, ni decaen en silbar y animar a los músicos, y tampoco esa figura que lleva y trae la "birra para los músicos", siempre en mayores cantidades de la que beben los músicos porque se autoabastece como cobro del servicio ( supongo que los músicos siguen bebiendo). También perdura ese público periférico, que está, pero que no está, que necesita del concierto pero como fondo mientras, va y viene, a lo suyo, en extraños viajes, posiblemente a ninguna parte, posiblemente a cualquier parte, posiblemente siempre al mismo sitio. No se ha extinguido tampoco el despistado que no sabe qué grupo está tocando. Siguen existiendo diversas rockeras de vértigo, algunos tipos de las motos chopper, tatuajes visibles, cannabis en las esquinas, policías observando a lo lejos, la omnipresencia de la santa cerveza sin cuya participación nada sería igual y un trabajador de la seguridad de calibre magno.
Para los músicos y sus acompañantes existe esa sensación de estar en otro pueblo, de no saber qué hay dos calles más allá, esa sensación de tener que volver a casa, sin casi saber desde donde, entre la pereza y el agradecimiento de estar lejos de la rutina y saber que vuelves con tu grupo de amigos echando la cuenta de la noche, finalmente corta, y siempre intensa. A veces excesiva, a veces sosa, pero casi siempre excitante y en todo caso diferente a la anterior.
A pesar que una no entienda mucho de politonos agradezco que afortunadamente haya cosas que nunca cambian y que siempre están ahí. Aunque la canción que escuchas en directo pueda ahora subirse directamente por el iphone al facebook y quedar allí atrapada, e incluso convertirse en un politono con su toque de sonido enlatado que suena en los telefónos móbiles de los jóvenes muchachos, una agradece que a pesar de la madurez -por años para no tener que entrar en términos de juicio- a una todavía le sean familiares los procesos de la magia del rock and roll.
Confieso que me ha emocionado la lectura. Aquellos años locos han dejado recuerdos imborrables. Me has hecho "sentir de nuevo aquella magia de las cosas eternas.. " Por fortuna una de ellas es nuestra amistad.
ResponderEliminarGracias Alicia!