En un día de Ramadán cuando éste
es en verano… la ciudad se despierta lentamente, tan lentamente que uno puede
llegar a pensar que la naturaleza se equivocó, que salió el sol en la noche o
que un extraño huracán apagó la ciudad.
Pero la ciudad finalmente despierta y finalmente consigue su normalidad.
La sensación primera que causa un día de ramadán es que el día tiene muchas
horas, demasiadas para pasarlas esperando, porque eso es lo que hace el
musulmán en un día de Ramadán, esperar, – sobre todo el que está exento de
cocinar que suele ser el hombre, otrora nada novedoso-. Conforme avanza el día dos tipos de lugares
que se van repletando de gente, las tiendas, sobretodo de alimentos, y las
escasas sombras bajo los escasos árboles.
El mercado se torna un despliegue
de alimentos que son más tentadores cuanto más avanza el día. Los puestos
callejeros exhiben botellas de zumo que nunca en los meses anteriores fueron
reclamo, y ahora lo son, y los flanes y los yogures aparecen en la venta
ambulante, en vez de los relojes habituales en otros meses del año lunar, y
mientras el paseante salta flanes por la calle se va dirigiendo poco a poco hacia
las pastelerías que se adornan de torres altísimas en formas de conos de dulces
de ramadán, con la sbakya como reina de la fiesta, un dulce de harina,
mantequilla y sésamo, bañado en miel y con una forma que podría ser una flor o
cualquier otra forma imposible. Y las horas se llenan comprando como en un
ritual de deseo. Que se rían los directores de marketing y los product managers occidentales que no han
sabido crear una costumbre tan potente
que hace de la sed y el hambre el mejor aliado de la venta. Hay negocios que
hacen su agosto con el Ramadán… una navidad de un mes entero…”más quisiera
occidente”. No en vano los consejeros de
economía doméstica aconsejan no ir a comprar con hambre, consejo incumplible en este contexto.
Y luego la ciudad se llena de
paseantes dejados llevar por un ritual que suelen llamarlo “traer el Magrib”.
El Magrib es la hora en la que ya es permitido comer. Hasta ese momento una
amalgama de paseantes con bolsa con alimento en la mano, da vueltas y vueltas,
algunos con la cabeza en los pies, algunos buscando con quien enfadarse,
algunos sin mirada, algunos con mirada afilada, otros con una risa fácil a
veces sin sentido, todos con hambre y con sed. Lo único que es incuestionable
en todos Marruecos es que hay que esperar al Magrib para comer, para beber. Una
hora antes del magrib las calles son una pista de carreras, todo el mundo
estará en sus casas en torno a la mesa redonda, todo el mundo a la misma hora,
todas las leyes de la ciudad se convierten en una, llegar puntual a casa para
la rotura del ayuno, “no se contemplaran los desperfectos ocasionados para
conseguirlo”. Así, cada día, del 1 al 30
día de ramadán. Con este ejercicio se quiere significar que cada uno viva en su
interior lo que es la pobreza, lo que es tener hambre… ,en general, es una abstinencia,
desde el alba hasta la puesta del sol, de
todo aquello que rompa el ayuno; bebida, comida o relaciones carnales y los
cambios de ánimo exagerados….!!!! yyyyy…de estooooo….me acabo de enterar….!!!! todo
ello para buscar un estado de paz que promueva el estado de conciencia
Divina…..supongo que debe haber un grupo disidentes de lo dicho anteriormente
pues hay más de uno que se deja caer encima del inocente conductor que frenó
cuando no debía con tal insolencia que no parece un culto a nada divino, más
parece una posesión demoniaca…sin embargo, en el buen entendimiento de lo que
es el ramadán, el estado de ánimo de la languidez del hambre te transporta a un
estado de ánimo de decaimiento que se parece bastante a la paz interior….
En la cocina hace horas que se
prepara al ftor (desayuno)…las mujeres de la casa hace rato que están
organizadas, una lava, otra pela, una trocea y la otra condimenta…mientras la
charla es interminable, la risa es fácil, el hambre terrible y la cocinera
aprende a tocar sin comer, a cocinar con esmero y lentitud dándole a cada
alimento una comunión extraña con el universo y cada alimento es mimado como un
bebé y tallado y presentado con geometría perfecta, la geometría del deseo
básico del instinto de comer.
La harira es una sopa que tiene
que resucitar al famélico, lleva legumbres, ternera, fideos, verduras como; tomate, cebolla, apio y condimentos como
perejil, cilantro, jengibre, pimienta y cúrcuma. Es una sopa que requiere su
tiempo de cocción de tal manera que dos horas antes del ftor las
escaleras, los portales y las calles
empiezan a emanar el aroma objeto de deseo del consternado ayunador. En la mesa
no deben faltar los dátiles, los higos frescos, o secos, y dulces y zumos de
naranja, de naranja con zanahoria, batidos de fresa y de aguacate y flanes y puede
que haya pastela (una empanada rellena de pollo, huevos, pasas y piñones con un
toque de agua de azahar) y más y más dulces y todo perfectamente colocado en su
platillos, y la harira en un cuenco redondo que significa la unidad, la
comunión de juntarse todos en familia a disfrutar del ftor, y siempre a la
misma hora solar….durante treinta días, aunque a diferentes horas de reloj, uno
se sienta a comer siempre con la misma luz…pero la cocina también ha albergado
la cena y trozos de carne, de ternera, de cordero, han ocupado toda la tarde las otras ollas,
carne acompañada de albaricoques, secos, de membrillos, de ciruelas y sésamo. Todo
el proceso de cocinar puede ocupar tranquilamente tres o cuatro horas.
Esa espera hace que uno pueda oír
los cascabeles de un dios dentro de sí, cuando la llamada a la oración del
magrib permite sentarse a comer, contrario a lo que se puede pensar, comer de
forma plácida, pues un estómago sometido al ayuno encuentra en la prisa por
comer a su enemigo. Y así es como el
noveno mes, el que se llama ramadán, da
paso a noches largas, con calles llenas de gente, con tiendas abiertas hasta
más allá de la media noche, con la alegría de las reuniones familiares y de
amigos, el noveno mes, el mes de ramadán, las familias alejadas se acercan a
sus zonas de origen, las familias se juntan y la vida transcurre en un
compartir especial. Y la noche se convierte en una maratón de comer y de
hidratarse - que no beber, por los mal pensados…- y todo así hasta las 4 de la
madrugada (cito la hora de tal día y tal año cómo y que no todos los días, ni
todos los años es a la misma hora) que
en la ciudad de Tetuán suena un cañonazo y luego a lo lejos se oyen los
cánticos de alegría del ramadán que se extienden una media hora hasta que la llamada
de la primera oración del día que anuncia el alba vuelve a dejar a los mortales
sin el derecho a satisfacerse en sus cuestiones más básicas.
Más allá, de que una no puede
superar la idea de lo absurdo que no beber agua cuando el termómetro marca más
de 40º todo lo demás tiene su magia.
http://www.canalcocina.es/receta/sopa-harira
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