Al cumplir 40 todos los niños que habíamos ido juntos a la escuela primaria nos dimos cita para una cena y un baile. Así que preparamos la cartera del cole; metimos el manual del reencuentro, el estuche con los enseres para una buena fiesta y acudimos con la ilusión del primer día de curso.
La hipótesis de encontrarse con casi una cincuentena de personas que no ves desde que tenías catorce años, puede provocarte al principio cierto vértigo antisocial. Al fin y al cabo, piensas, son unos desconocidos para mí. Y te pasa por la cabeza inventarte un viaje al fin del mundo o decir que tienes una guardería con cien niños a los que darles el biberón uno a uno, ¡ese mismo día, maldita coincidencia!.
Pero NO es verdad, no son unos desconocidos. Dicen que somos parte de todo lo que hemos vivido y que todos los que han pasado por nuestra vida nos han formado, y nos han hecho así como somos y son parte de nosotros mismos. Después de este reencuentro, he entendido, como nunca, que eso es así. Pues al llegar al lugar de encuentro, en el restaurante, cuando Gloria pasó lista, y fuimos diciendo ¡presente! me di cuenta que todos ellos estaban ya allí y iban diciéndo también ¡presente! desde dentro de mí.
Y poco a poco, fueron reviviendo las caras de todos mis compañeros en mi interior. Y miraba a mi alrededor y sus sonrisas me hacían sentir una extraña cercanía a todos ellos. Y esos extraños con los que iba a cenar, que creí al principio, resulta que eran tan cercanos como quién siempre ha estado ahí.
En mi opinión, ese reencuentro reconcilió con nuestro pueblo de infancia, a muchos que vivimos fuera hace años, reconcilió a los contestones con los calladitos, a los calladitos con los contestones, a los gamberillos con los estudiadillos y a los estudiadillos con los gamberillos. Y aún más importante, el encuentro reconcilió y borró aquellos límites que alguna vez existieron, y los de "raval arriba" con los de los "paralelos", y a los de "los paralelos" con los de "raval arriba" jugaron en el patio del colegio juntos, con tal sintonia, que hasta me hicieron dudar de si alguna vez ese límite existió. Y allí en el pub, simbolo por excelencia de los de "raval arriba"....estaban los poeta beltrán, y los de los paralelos, los de masricard, los de la plaça de la O y los de todo partes y los niños y las niñas..... tomamos pastel de gominolas y cantamos en un disparatado Karaoke con los que tenían el mismo cromo que tu.
La virtud de unos ingeniosos y entregados organizadores y las enormes ganas de pasar un buen rato que todos teníamos hicieron que la noche fluyera, que todos fueramos importantes y famosos para posar en el photocall. Colaboraron al buen ambiente general las risas de todos y la camarera, maja y amable, con especial habilidad para el gin-tonic tocado con fresitas buenas, entre otras recetas, la cuál tuvo su trabajo para abastecer unos adultos con alma de un infante soñador que ya tiene edad para beber un poquito ya que la noche era para los niños y las niñas, sin niños, sin niñas...era el espacio para tu identidad, la tuya, para tu genuina manera de ser y estar, porque los que te rodeaban no eran tu rutina, sino que eran aquellos que fueron tus amigos, tus primeros y fantásticos amigos... aquellos amigos...del principio de los tiempos....aquellos que te vieron hacer mal las sumas en la pizarra, aquellos que te vieron caerte en el patio y volverte a levantare...aquellos que te animaron a crecer y superarte.
No voy a hablar de mi primera amiga, pues a todos los presentes ya os lo conté, ¡qué decir!, sin respiración, que nos dejo por lo estupenda que está...y por lo entrañable que es y será...pero también estaba, la que después fue mi amiga, allí espléndida, y a punto de ser mamá por segunda vez, y la que lo fue después y que siempre ha estado ahí a mi lado, desde el cole al presente, y otras que también fueron amigas, con las qué hice manualidades, bailé, conversé, a las que aprecié y aprecio. ¡Qué decir de esa noche!...de todos los cachitos de conversación compartidos...deliciosos todos ellos...y de mi compi de cubatas y la magia de la música y sobretodo ¡"al capone" la música!,¡ viva Judas Priest y el buen feeling!, y mis acompañantes de bailoteo para cuando sonaba el rock más duro, y de la risa, y de la alegria y de todo el juego que el patio del colegio puede ofrecer en una noche de otoño con la temperatura de la calidez eterna. Quizá no llegué al coche que hablaba y al delicioso croasan de chocolate de bordillo de acera que se toma siempre con las primeras luces del alba, que me hubiera encantado, dicho sea de paso, pero disfruté, con mi espontaneidad habitual, de ver a toda mi generación allí; al ritmo de compartir una cena, una música y un trocito de nuestro presente.
Es cierto que pierde el sentido cualquier continuïdad de esa magia, porque la magia nunca continua, pero algún café, alguna cerveza y muchos saludos al volver a patear las calles de tu infancia y muchos "guasaps" trasnochados seguro que están ahí, añadiendo sal a la vida, que de eso se trata. Y no viene mal tener un bocadito de tu generación de vez en cuando, como las cosas más intensas, y con la brevedad de las cosas buenas, porque es agradable la sensación de que tu generación está ahí, viendo la vida a tu mismo ritmo.
Me hizo feliz ver que la expresión de cada rostro que a pesar de los años, sigue estando ahí cómo siempre, con la mirada de un niño y la sonrisa del reencuentro, la esencia de nuestra mirada nunca se pierde por muchos años que pasen. Aprecié como todo el mundo tiene su chispa genial a la que me apetecia admirar. Seguro que lo que cuento suena a un rollo mágico, cómo si todos estuvieran allí en la nube de la felicidad, y nunca es así. Real como la vida misma es que las personas han pasado, quien más y quien menos, su grandes y pequeñas historias de dolor, pero aquel día fue un previligio que toda una generación estuviera allí con ganas de ser quien fuimos alguna vez, antes de que llegaran los momentos malos, ser otra vez un niño con pantalones cortos y la niña de los lazos en los pelos para compartir abiertamente con aquellos con los que compartimos nuestra tierna infancia.
Fue una velada estupenda con una compañia genial, os tengo a todos en mi corazón y recomiendo, si es que alguíen que no estuvo allí ha sido capaz de llegar hasta aquí leyendo, que nunca dejéis de acudir a un reencuentro por mucha pereza que os dé. Somos un poquito de todo lo vivido y es lindo mirar hacia atrás. Incluso aunque alguien piense que en el pasado tuvo sus heridas y que no quiere volver a ellas...a veces volver a mirarlas desde la distancia que da el tiempo sea quizá una buena manera de cerrarlas.
Maravillosas letras las tuyas.....
ResponderEliminarSabes llegar donde la fibra late...
Un beso y un abrazo de "al capone".
;)
un relato que te deja sin palabras y con muchos pensamientos.
ResponderEliminarfue un reencuentro muy muy especial. no parecia que hubieran pasado tantos años.
a los 41 repetimos.
Ana R.
Guau!! Molt bo!!, I això que ja fa un parell de mesos que va passar, m'ha agradat recordar aquella nit!!
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